El nü metal ya no es tan nuevo. El género que supo erigirse como el sonido rockero del cambio de siglo no reviste demasiada novedad hoy en día, y sus densos riffs dificilmente tengan un lugar en los rankings radiales que a fines de los 90’s supo dominar. Sin embargo, lo que en otro tiempo fue popular y sufrió la levedad de la moda, hoy en día goza de la robustez que caracteriza a las expresiones artísticas que se vuelven de culto. Esta es la realidad de Korn, los reyes del nü metal y figuras de la resistencia de un género que se mantiene a flote pese a los peores pronósticos.
La banda comandada por Jonathan Davis tocó este domingo en el Luna Park y dejó una muy buena imagen frente a un público donde convivían adolescentes y treitañeros con ánimo de revival noventoso. El show, que para sorpresa de todos comenzó varios minutos antes del horario anunciado, fue corto (quizás demasiado) y contundente. Los muchachos de Bakersfield no se anduvieron con vueltas y cual Carlos Monzón endemoniado fueron en busca del knockout con un setlist imbatible. Sonaron “Freak on a Leash”, “Got the life”,“Falling Away for Me”, “Blind” y "Did my Time", entre otros, aunque no tocaron dos de sus temas más conocidos,"A.D.I.D.A.S" y "No Place to Hide", y dejaron a todos con ganas de alguna sorpresa como su gran cover de “Another Brick in the Wall”, de Pink Floyd.
En su segunda visita al país – la primera fue dos años atrás, junto a Ozzy Osbourne-, Korn dio la sensación de estar en un período de reelectura de su propio pasado, de vuelta a los orígenes. Cuando tocaron por primera vez en Buenos Aires, el grupo estaba presentando Untitled (un álbum sin título), una obra obscura y pesada. En ese entonces Davis solía usar un pie de micrófono que estaba inspirado en las extrañas creaciones del dibujante Giger (el diseñador del monstruo deAlien) y vestía cual monje siniestro (en River usó una pollera camuflada en vez del uniforme mencionado). En una sintonía totalmente diferente, el Jonathan que hizo suyo el escenario del templo del box lució el equipo deportivo Adidas de su primera época, un símbolo, tal vez, de que el grupo busca reconciliarse con su pasado. El Korn actual parece ser menos heavy que el de algunos años atrás, y eso le sienta bien a la banda. Ojo, no suenan como carmelitas descalzas, pero en el recital los numetaleros parecieron por momentos estar más cerca de Depeche Mode que de Sepultura. Esta apreciación se sostiente en dos elementos: los sintetizadores y la forma de cantar de Davis, que le debe mucho a Dave Gaham y, de forma más obvia, a Mike Patton.
No hay nada que recriminarle al conjunto en cuanto a los aspectos técnicos. El sonido fue impecable – y eso que hacer sonar bien en el Luna Park a un grupo que utiliza un registro tan bajo como Korn es un verdadero desafío- y todos los miembros de la banda cumplieron con creces con su metier, aunque el frontman y el baterista (el virtuoso Ray Luzier) estuvieron un poco por sobre sus compañeros.
El problema de ser el emblema de un género musical es que uno corre el riesgo de convertirse en una estampita, en un ser estático e inalterable que siempre estará condicionado por el propio pasado. Pero por otro lado, uno puede consagrase como pionero y aceptar con hidalguía que la sombra de lo creado siempre tratará de opacar los nuevos proyectos. Korn está dentro de este último grupo. Los californianos quizás ya no puedan forjar obras sorprendentes como Life is Peachy, pero siguen siendo imbatibles en lo suyo.